Y es que llevamos las galletas y los niños las disfrutaron, llenos de risas tímidas y sonrisas, llena de una magia oculta en el aire que sólo la infancia puede impregnar y que afortunadamente nosotras pudimos vivir.
Gracias a los chicos de Tupinamis, que en el barrio Charrúa de Pompeya, al lado de l1.14, con todo el amor preservan la infancia y la miman de manera desinteresada y con el corazón en la mano.
Gracias por habernos permitido formar parte de ese momento mágico.
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